lunes, 4 de enero de 2016

UN BLUES LENTITO

Una torpe y confusa mente, de la mano de un pobre malherido corazón, se encargan hoy de expresar en estas líneas, acompañadas de una acústica y una voz ahogada de fondo, lo que un joven de tan solo 17 años (tan solo un número) siente y padece; una enfermedad cuya cura se encuentra en algún remoto lugar entre muchas otras líneas, que tiempo atrás escribieron te amos y gracias día sí y día también.

Tiempo de cambios, de aceptar y de adaptarse, de aprender y de enseñar, de disfrutar y de sufrir menos de lo estrictamente debido. Pero las palabras no son más que el plasmar de muchas y muchas utopías, mientras que los actos son los encargados de desordenar las palabras y ponerlas a danzar en el escenario del tango que baila la vida por encima de nuestros deseos y oraciones. Momento de ordenar las piezas y construir la fortaleza, la torre, los guerreros, los caballeros...

La vida se escapa a cada momento que tecleo una tecla. me avergüenzo y me decepciono cada segundo que no disfruto, que sufro y que hago sufrir. Vida hay una (supongo), y cada milésima de segundo es aprovechable, disfrutable, sonreible, abrazable, besable... Pero también destrozable, amargable... Sueño con que mi vida pase en el tiempo de tan solo un día, pero odio ese sueño. Odio soñar en correr, temo envejecer antes de lo debido y no haber dado todo lo que tenía por dar a lo que más aprecio en este tango.

Soy pura confusión. No dudo, pero temo dudar. Tengo claras algunas cosas, pero temo perder la cabeza. Temo que la inestabilidad me mate y acabe con la poca cordura restante que hay en mi ser; un ser muy lejos de la perfección, pero cerca de lo enamorable. 

Ojalá el tango baje el tempo y se convierta en un blues lentito, de los caminables, de los soleables, de los sensibles...

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