Una mañana de gélidos vientos,
una tarde de engañoso sol,
y una noche de luna llena,
blanca y helada,
produjo en mí,
lo que al más peludo de los seres horrendos,
como si la gota colmase,
periódicamente mi serenidad.
Arrebataron mi alma poco a poco,
trate de soportar todas las vicisitudes,
y fructíferamente lo logré,
hasta que esa blanca y helada luna llena,
sacó lo que por desgracia,
apareció en mi sosegada alma,
Vehemencia
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